El Diario de Curwen Martes, 13 octubre 2015

Si tienes que ir al BCP y no eres cliente, piénsalo dos veces

BCP-ventanilla

#BCPandchill Foto: Revista Gana más

 

Nunca he tenido problemas con el BCP. Alguna vez tuve que llamarlos y pedirles que me cuenten la leyenda de su mensajero fantasma ya que me cobraban por la entrega de recibos sin haber recibido alguno jamás. Así también, admito que jamás he tenido problemas por cobros indebidos o algo relacionado. Aunque lo más probable es que jamás me haya dado cuenta de alguno, ya que mi control sobre fechas de pago y límites de crédito es bastante precario: yo gasto cuanto puedo y pago cuando puedo. Probablemente el cliente perfecto de todo banco.

Sin embargo, lo que me motiva a escribir estas líneas no es su línea de crédito o tasas de interés, es la experiencia vivida el día de ayer en la agencia del BCP ubicada en el bulevar del tradicional mercado de Magdalena del Mar. Teniendo que encontrarme con alguien muy importante a las 6:10 p.m. en Plaza San Miguel, acudí a esta agencia para realizar un pago y hacer un retiro. Así de simple.

Entré a la agencia, saludé al guardia de seguridad con cara de Gestapo y procedí a formarme en la cola. Seguí los procedimientos al pie de la letra y sin queja alguna. Pero sería aquí que empezaría mi suplicio. Había seis ventanillas, cinco de ellas abiertas al público, una la ocupaba un caballero de peinado con estilo punk de la vieja Inglaterra y las otras cuatro por amables señoritas de pullover naranja.

Era el segundo de la fila; la señora que ocupaba el primer lugar (sin aparente motivo alguno) se retiró fastidiada de la agencia y ocupé su lugar al instante. Juré que saldría en breves minutos; al ser el primero de la fila no tendría por qué pasar más de cinco minutos esperando y jamás he estado más equivocado.

Ningún cajero me llamaba: la primera ventanilla de la izquierda estaba reservada para adultos mayores, mujeres con niños y personas con discapacidad; la que se encontraba delante de mí estaba vacía y las otras tres  se dedicaban a llamar a las personas de las otras filas. Pese a mis constantes intentos de lograr contacto visual con alguna de las señoritas, estas parecían estar dispuestas a ignorarme por completo.

Y así pasaron veinticinco minutos.

Pese a mi promesa de no volver a causar ningún alboroto en algún lugar público e intentar ser lo más respetuoso posible, tuve que alzar los brazos, agitarlos bruscamente proclamar en voz alta: ¡HOLA! ¡ALGUIEN QUE ME ATIENDA POR FAVOR! ¡TENGO QUE IR A UNA REUNIÓN URGENTE Y LLEVO CASI MEDIA HORA AQUÍ PARADO!

Inmediatamente, la señorita de la tercera ventanilla volteó parar mirarme y me hizo un gesto con la mano, pidiendo que me acerque. Después de haber esperado tanto tiempo, aun mantenía un buen ánimo y procedí a sacar las tarjetas de mi billetera. Fue entonces que la mujer me dijo algo increíble:

-¡Ah! Eres cliente.

-Sí, claro que soy cliente suyo. ¿Por qué tardaron tanto?

-Que hacías en la cola de visitantes pues.

-¡¿Cómo?!

Tras oír sus palabras, miré hacia aquel lugar que durante tanto tiempo había ocupado. Era la cola de visitantes del BCP, la fila de las personas que no tienen una tarjeta o una cuenta o algún comprobante de tener algún tipo de contrato con ellos. Mi descuido había sido el causante del lamentable suceso. Esta era la única razón por la cual me habían hecho esperar tanto tiempo.

-Esa es la cola de visitantes – volvió a recalcar ella.

-Ah ya. Bueno, lección aprendida. 

-Para la próxima ya sabes.

Quejarme de su falta de ética no logrará cambio alguno; afirmar que su inexplicable necesidad de dividir a la clientela en “visitantes”, “clientes” y “banca exclusiva” me parece de lo más innecesario, no hará que dejen de hacerlo. “Lo hacen en todos los bancos” es el argumento que muchos utilizarán para validad la acción de este banco. Pero lo que sí diré es que me da un poco de pena.

Me parece lamentable que un banco que utiliza campañas publicitarias con la ominosa frase del “enemigo peruano” entrene a su personal de esta manera. Y que ellos no titubeen en aplicarlo al pie de la letra. ¿Ocurrirá lo mismo en los otros bancos? Es muy probable. Dejar esperando a una persona tanto tiempo sólo por no ser cliente suyo es una absoluta falta de respeto. Y si esto no es una falta, debería serlo. La próxima vez que vayas a este banco sin ser cliente suyo, más vale que vayas preparado.