cine , discriminación , El Diario de Curwen , libertades , noticias , redes sociales , sociedad Miércoles, 6 diciembre 2017

Coco y el cariño por la cultura latinoamericana

Foto: Disney Pixar

Foto: Disney Pixar

Miguel Rivera es un niño de doce años que vive en un pueblo pequeño de México llamado Santa Cecilia. Su numerosa familia se dedica a la zapatería desde que la tatara tatarabuela Imelda se vio forzada a realizar ese oficio. Miguel, por tradición, debería trabajar en el negocio familiar pero tiene otros planes en mente. Él quiere ser músico. Quiere tocar guitarra y cantar canciones como Ernesto de la Cruz, músico de la talla de Pedro Infante a quien admira como nadie.

El único problema es que la familia se opone. Miguel está prohibido de escuchar o hacer música y así ha sido durante varias generaciones. Un día, convencido de querer hacerlo, decide escaparse para participar en un concurso de talento y en ese camino accidentalmente se transporta al mundo de los muertos. En este, Miguel conocerá más sobre su legado familiar y sobre otras historias que cambiarán su vida para siempre.

Este es un resumen sin spoilers de la película Coco, la producción más reciente de Disney y Pixar. Distintos análisis y críticas aseguran que la película no ofrece nada nuevo, que posee la misma estructura de todas las películas de Pixar y que lo único nuevo es, tal vez, el tema. Coco se alimenta principalmente del Día de los Muertos, una de las celebraciones tradicionales más importantes de México. Al igual que en el Perú y en distintos países de habla hispana, todos los 1 y 2 de noviembre se celebra y recuerda a todos los familiares y amigos fallecidos.

Pero Coco ofrece más. Muchísimo más. Los paisajes de Santa Cecilia muestran historias habituales de cualquier pueblo latinoamericano: Madres solteras que superaron el abandono gracias a su fortaleza, abuelas que engríen en exceso a sus nietos, niños mimados de barrios pobres, alegres y unidos. Familias dedicadas a la celebración de sus fiestas y al cuidado de sus tradiciones. Decir que la película es un homenaje a la celebración mexicana limita un escenario que se extiende por toda Latinoamérica.

El Día de los Muertos es solo una de las tantas tradiciones culturales místicas de los latinos. Coco ha sabido tratar la fiesta mexicana con admiración y cariño. En los tiempos de Trump y del muro, la película desiste en caricaturizar, estereotipar o degradar a México. Por el contrario, Coco resalta lo mejor del latino: la importancia que le damos a la familia, el respeto por nuestros muertos y la ilusión de un más allá.

Coco también nos recuerda lo parecidas que son las culturas de México y el Perú. Ambos países celebran el Día de los Muertos en la misma fecha, ambos países tienen la costumbre de colocar imágenes de los fallecidos en altares y hacer ofrendas con comidas y bebidas. Mientras que ellos comen Pan de Muerto, nosotros comemos Tantawawas, panes dulces con formas de niños y máscaras que honran a los difuntos. En la sierra peruana también se acostumbra colocar coronas elaboradas por los familiares. Un dato curioso es que Dante, el perro que acompaña al niño protagonista, es un xoloitzcuintleuna raza de perro similar al viringo o perro peruano.

La película te conmoverá. Te hará reír pero también te hará llorar. No muchas veces encontramos producciones de tan alta calidad con temas con los que un latinoamericano se pueda identificar tan gratamente. Sería hermoso ver algo similar relacionado a las tradiciones o a las culturas peruanas. Desafortunadamente, al salir de la sala del cine, me topé con un cartel enorme de La paisana Jacinta. Fue lo único malo de toda mi experiencia.