El Diario de Curwen , noticias Jueves, 7 julio 2016

Mi amigo Henry Spencer

Recibí el mensaje y me quedé viéndolo durante varios minutos. Estaba en duda. Luis Carlos Burneo, la bruja joven de Enemigos Públicos me había enviado una invitación a la página de Curwen. «Hooola, soy LC de La Habitación, ¿podemos grabar #LaHab007?». ¿Por qué carajo me escribe con hashtag al final? ¿Por qué escribe como animador infantil? ¿Por qué estaría interesado en entrevistar a un bicho raro de internet?

Eran demasiadas preguntas para responderlas por mi cuenta. Hablé con mi jefe, ya que por aquel entonces trabajaba en una empresa de ascensores, y le pregunté qué opinaba de la invitación y qué debería hacer.

-Bueno, yo lo he visto en la tele. Es un pendejo- me dijo.

-¿En serio? A mí me parece todo lo contrario.

-Esa es su estrategia, pues. Se hace el sonso. Pero es recontra pendejo. Guarda.

-¿Voy o no voy? –pregunté con la respuesta en la cabeza.

-Anda. No pierdes nada. Pero ten cuidado. Te va a querer cagar.

Tenía razón, el pituco monse me iba a querer trollear y lo mejor era ir preparado para la guerra. Miré algunos reportajes viejos de cuando estaba en la televisión y lo observé durante algunos minutos. Lo estudié un poco. Descubrí que tenía la costumbre de bromear con sus entrevistados de una forma sutil, con preguntas inocentes que, en realidad, no eran para nada amigables. Le pregunté si quería que vaya» caracterizado» o «normal». «Ven como te sientas más cómodo», me dijo.

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Y eso hice.

Asistí puntual a la entrevista. Las cámaras estaban encendidas e inmediatamente entré en personaje. Sentí que los lentes me protegían tanto como una máscara de Guy Fawkes. Burneo intentó hacerme caer en un par de ocasiones, pero lo esquivé o al menos eso pensé. Los primeros minutos fueron tensos, analizaba en cámara lenta cada palabra que salía de su boca y rebuscaba entre mis archivos alguna respuesta creativa capaz de hacerlo quedar en ridículo. Pero luego de algunos minutos, sentí que no era para tanto y que más bien el tarado era yo.

Toda la entrevista resultó ser de lo más amistosa. Había repasado los nombres de los ministros y de los congresistas en vano. Hablamos de mí, de mi proyecto y de uno que otro tema random que terminó siendo divertido. Spencer tiene el talento de derribar cualquier muro de defensa con algún comentario divertido o con un chiste tan malo que da risa. Las cámaras se apagaron. Me despedí de él y de su camarógrafo y quedamos en seguir conversando, algo que no esperaba realmente que suceda pero sucedió. Comenzamos a conversar por Whatsapp. Nos preguntábamos cuál sería el siguiente video que lanzaríamos y empezamos a darnos consejos sin pedirlos. Burneo era chévere, un poco pastrulo, un poco denso, pero chévere.

Desde entonces somos amigos. Alguna vez lo odié por pensar que me había copiado, ya que el formato de los monólogos de Beto Ortiz era bastante parecido al mío (y él era su guionista) pero fue Marco quien se encargó de hacerme notar lo equivocado que estaba. «Beto quiere ser Lanata, no tú, huevón», me dijo. Recuerdo que nos reímos bastante del incidente y quedé en pedirle disculpas y fue en la fiesta del décimo aniversario del Útero que pude hacerlo. «Ya fue, tío. Todo bien», fue su respuesta. Si mal no recuerdo le regalé un habano como muestra de disculpas, pero ahora que he leído su libro imagino que lo debe de haber tirado por algún lado ya que no fuma. No obstante, agradezco su gesto de parecer encantado de recibirlo.

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Me parece raro que hayan escogido fotos de Nandito, de María la del barrio, para la portada de su libro (mentira, esta es la original).

Hace algunos días terminé de leer su libro y tengo que admitir que me gustó. Pese a que hubo partes que no entendí del todo (ya que parecían estar dirigidas a personas en específico), el libro recopila algunos pensamientos y recuerdos que parecen haberlo marcado para siempre. Me identifiqué con muchas de sus historias familiares. Al igual que la guitarra eléctrica que alguna vez fabricó su madre, la mía le puso tanto empeño a una torta de Power Rangers que hasta ahora, 20 años después, la sigo recordando. Creo que el libro nos hace respirar por un momento, nos ofrece la posibilidad de tomar aire y dejar a un lado la rutina (más aún para aquellos que no tenemos tiempo ni de almorzar) para repasar algunos momentos sencillos pero inolvidables de nuestra vida: ese café que tomamos con algún familiar, esa conversación tonta pero divertida con aquella persona a la que tanto amamos y más. Si deseas leerlo o saber cuándo será presentado en la Feria Internacional del Libro de Lima, lo puedes ver aquí.